El fuego cayendo del cielo. Fuego por todas partes. Fuego del que no te escapas. Huyes y te alcanza. Y estruendo. Mucho estruendo. Todo amparado por diablos y monstruos…
Esa es la sensación que tuve al introducirme en los Correfocs de Tarragona (Cataluña) el 25 de septiembre de 2011. Eran las fiestas de la ciudad que me acogió durante dos años, y poco a poco me impregné de su cultura.
Cogí mi cámara, por entonces una modesta Canon EOS 350D, y decidí retratar la luz de la noche de los Correfocs. Alcancé la Rambla Vella y una gran cantidad de personas, la mayor parte protegiendo su cabellera con sombreros de paja, estaban haciendo la espera. A pesar del calor húmedo propio de zonas costeras y a pesar de estar a finales del verano, no fui capaz de vislumbrar un centímetro cuadrado de piel. Al poco tiempo entendí por qué.
Poco a poco las hojas más altas de los árboles empezaron a verse, los decibelios comenzaron a aumentar, y la gente decidió introducirse en la lluvia de pólvora. La entropía comenzó. Pero fue una entropía bien organizada, lo cuál no deja de ser irónico. Monstruos, diablos, toros… ¡todos echando fuego!
Cual eslizón, empecé a navegar entre chispas, fuego y explosiones, intentado fotografiar el evento diabólico desde dentro. No sé si lo conseguí, pero aquí dejo unas pocas imágenes del momento. Ciertamente, nunca olvidaré esta experiencia, más si cabe por la pérdida de mi objetivo resultado de una quemadura en la lente en una zona próxima a su centro. Espero que al menos, algunas fotos justifiquen esta pérdida. Quién sabe.